domingo, 31 de mayo de 2015

El incendio de una fábrica de zapatos en Filipinas se cobra al menos 72 trabajadores muertos


30 Mayo 2015
Las temperaturas en el edificio fueron tan altas que derritieron las joyas de las mujeres

El edificio de la fábrica Kentex, situado en el suburbio de Valenzuela, al norte de Manila, quedó convertido el 12 de mayo en una bola de fuego. La nave industrial de dos plantas y 3.000 metros cuadrados tardó menos de siete horas en ser devorada por las llamas con la gran mayoría de los trabajadores en su interior, en lo que amenaza con consagrarse como uno de los peores incendios de la historia reciente de Filipinas. Las temperaturas registradas en el interior del edificio fueron tan altas que derritieron las joyas de las mujeres, lo que complica las tareas de identificación. Aunque ese día habían fichado oficialmente unos 50 trabajadores, familiares y supervivientes aseguran que la cifra de operarios en el momento del suceso rondaba los 100. El incendio fue de tal magnitud que se requirieron 50 coches de bomberos y 300 agentes para extinguirlo.
El incendio comenzó en la mañana de miércoles hora local (tarde en España), en la entrada del edificio, donde un equipo reparaba una verja metálica: las chispas de la soldadura habrían entrado en contacto con productos químicos inflamables almacenados en la zona iniciando un fuego que se propagó velozmente.
"Ocurrió tan rápido que muy poca gente pudo escapar", relataba Mervin Ardes, un vigilante del edificio que escapó con vida, en declaraciones a AFP. Según su testimonio, las escaleras metálicas fueron alcanzadas pronto por las llamas impidiendo la evacuación de los trabajadores. Según la prensa filipina, congregada en el lugar del incendio, el cadáver de una mujer yacía en medio de la escalera, apenas a dos metros de la salida principal. El responsable de la Unidad de Bomberos de Manila, concretó que tres cadáveres fueron hallados en las escaleras, entre ellos los dos propietarios de Kentex, Tristan King Ong y Heidi Pang.
Los operarios quedaron atrapados en la segunda planta, donde las llamas no tardaron en ascender. "Yacían en el suelo, uno contra otro, pero todo lo que se puede apreciar son los huesos", explicaba Soriano. Otro alto responsable de la unidad, el superintendente Crisfo Diaz, declaraba al Manila Bulletin que "es lo peor que he visto en 27 años como miembro de este departamento". "Fallecieron de asfixia y sus cuerpos quedaron incinerados cuando el fuego devoró la estructura", añadió.
Un hombre identificado como Dionesio Candido, padre, abuelo, cuñado y tío de cuatro operarias desaparecidas en el incendio, denunció que las ventanas del segundo piso estaban selladas con rejas de hierro reforzadas con alambre de espino "para prevenir que entrasen los gatos". Candido afirmó que, una vez extinguido el incendio, se le permitió el acceso al edificio, donde pudo ver "cadáveres apilados uno encima del otro" sin poder especificar su número.
Una de las supervivientes, la operaria Emma Santa Agapa, relató ante las cámaras de la televisión filipina ABS-CBN cómo los trabajadores intentaron inicialmente sofocar el incendio antes de que se expandiera, viéndose obligados a huir. "Todos gritaban. Nadie sabía que hacer", explicaba la mujer, empleada en la fábrica desde hace 15 años, con el pelo chamuscado. "Mi jefe y yo corrimos hacia fuera cuando el fuego y el humo nos bloqueó. Entonces se produjo una explosión, y él resultó herido en el brazo".
Crisfo Diaz aseguró que siete personas lograron escapar, entre ellas el supervisor y la propia Agapa: se lanzaron al vacío desde una ventana de la segunda planta. Según Agapa, en el momento de la tragedia había 100 trabajadores en el interior de la nave, 70 de ellos en la segunda planta, donde no había salida de emergencia.
Algunas de las víctimas tuvieron tiempo de avisar de la tragedia a sus familiares mediante SMS. La madre de una trabajadora de 27 años, Mary Ann Icuspit, acudió a la fábrica dos horas después del inicio del incendio, con la nave aún en llamas, gritando "¡Están vivos!", según recogía el Philippines Inquirer, tras recibir el mensaje de un trabajador donde le contaba que permanecían en la segunda planta.
El incendio de la fábrica de sandalias Kentex de Valenzuela es, hasta el momento, el tercer peor incendio que padece el país en los últimos años. Los precedentes remiten al incendio del Hotel Manor de 2001, donde 74 personas murieron, y el de la discoteca Ozone, en 1996, que se cobró 162 víctimas mortales.
Fuente: El MUNDO

miércoles, 13 de mayo de 2015

Reconocen como accidente de trabajo la ansiedad de una profesora

escuela_colegio


El mal comportamiento de una alumna del Instituto de Educación Secundaria de Balmaseda (Bizkaia) provoca una situación de tensión con una docente. La profesora sacó a la alumna del aula en presencia de la coordinadora de la ESO del centro. En ese momento, la docente experimentó “una angustia, impotencia e incapacidad para controlar el llanto, lo que le impidió continuar su actividad laboral”. Así lo narra el responsable de Salud Laboral de Comisiones Obreras. Hasta aquí, un episodio como los que ocurren cada vez más a menudo, de mal comportamiento escolar. La novedad en esta ocasión reside en que el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) en Bizkaia ha reconocido como un accidente de trabajo el periodo de baja médica por ansiedad que ha atravesado la profesora.
Comisiones Obreras, sindicato que ha llevado el caso, ha señalado que la trabajadora acudió el mismo día del incidente a la mutua, que le diagnosticó ansiedad y le prescribió medicamentos, pero no diagnosticó la patología como de origen laboral. Por ello, “la trabajadora acudió a Osakidetza, donde causa baja por contingencia común el día 30 de enero”. La profesora ha permanecido en esta situación hasta el 16 de marzo.
Es este el período que el INSS considera que es un tiempo de baja por accidente de trabajo, después de que el gabinete de salud laboral de CCOO de Euskadi así lo solicitara. La mutua no va a recurrir la decisión del INSS.
Según el responsable de Salud Laboral de Comisiones Obreras, se está produciendo un “verdadero repunte” de los riesgos de tipo psicosocial que sufren profesores y personal sanitario debido a las situaciones que se generan con alumnos y pacientes. “Los servicios de prevención deben ocuparse de estos peligros durante las evaluaciones de riesgos psicosociales, algo que a día de hoy no se está abordando en muchos casos”.